Hace un tiempo, una persona que conocí me preguntó sobre una de las cosas más tristes que había vivido en vida. Para ese momento, sólo un evento ocupaba ese espacio en mi vida y no supe otra manera de explicárselo a esa persona que escribiéndolo.
Hoy les comparto ese escrito.
Mi Abuela
Desde pequeña tuve una relación muy especial con mi abuela materna, siempre tuvimos una conexión distinta, algo que nadie más podía entender… Yo fui su primera nieta y por mucho tiempo única hembra…
Recuerdo las visitas a su casa todos los fines de semana, donde nos reuníamos en familia a comer y pasar un rato juntos… En su nevera siempre había postres deliciosos y lo que uno quisiera siempre lo habría y si no lo había se preparaba.
Ella trabajaba con cerámica y tenía su taller en la parte de atrás del apartamento, donde creaba, pintaba sus piezas y se perdía en ese mundo de olor mohoso en compañía de las palomas que siempre se posaban en la ventana.
Era una mujer de carácter fuerte pero hermosa y dulce como los higos en almíbar que tanto le gustaban, conmigo no fue más que esa dulce mujer, entregada, amorosa y adorada… De verdad no puedo recordar haberla visto molesta más que un par de veces.
Recuerdo verla en la mesa del comedor (mesa que posteriormente heredó mi mamá y aún conserva) cosiendo en su máquina mientras con su pierna derecha echaba a andar el motor… Era tan hábil con sus manos, cosía, modelaba piezas en arcilla hermosas y por si fuera poco pintaba en acuarela. Eso sin contar las hermosas caricias que proporcionaban.
Una de esas veces que recuerdo verla tan enojada (con una de mis tías), estaba cosiendo en esa misma mesa… Salimos del cuarto dos de mis tías y yo, con un cuatro, una guitarra y unas marcas haciendo tal escándalo y espectáculo, ella muy dura, con su cara de brava… Finalmente no le quedó otra que reír con nosotras… Cómo me gustaría poder regresar en el tiempo y ver por un huequito esa escena… Cuánto daría!
Un par de años antes de venirnos a vivir a Mérida nos fuimos a vivir con ella y mis tías… Como no había tanto espacio, me tocó dormir con ella… Cosa que me encantaba, siempre se acostaba y pegaba sus pies a los míos y me pedía que le diera calor. Me enseñó a rezar y lo hacíamos todas las noches, era un momento especial… Recuerdo su olor, un olor a talco tan suave como el algodón. Recuerdo se lo ponía al salir del baño con una mopita de un envase redondo con detalles en color crema y marrón. Tampoco puedo olvidar como rociaba su rostro con agua Evian. No fue sino hasta muchos años después que supe que era agua mineral también, siempre creí que era ese envase con atomizador para rociar el rostro.
Son tantos los recuerdos de esa época… Las noches de diciembre y ella preparando hallacas (las mejores hallacas que jamás haya comido, lo siento mami) con una organización tal que mataría de envidia a cualquiera; la puerta batiente que daba de la cocina al comedor y la campanita para llamar a Yolanda (la señora que trabajaba en su casa y aún sigue en la familia) porque no soportaba los gritos; la pintura rugosa de la pared y el banquito de la sala que puyaba nuestras nalguitas; la jarra de plata y las copas de plata con su nombre y el de mi abuelo grabados en ellas; el Granada blanco en el que me encantaba acostarme en la parte de atrás encima del asiento y dejarme caer en él en una pendiente; sus jaquecas y como los masajes de Yolanda la calmaban; su amor por El Zorro y Maverick; ese paseo a la finca donde ordeñé por primera y única vez una vaca; los viajes a Bahía del Mar donde siempre se quedaba bajo la sombra con su traje de baño y sus lentes oscuros; el trébol de cuatro hojas de plata (que ahora tengo yo); cuando me enseñó a jugar Rummy y llegué a aprender tanto que hasta le gané un par de veces y ese ruidito tan peculiar que hacía cuando se molestaba o no le gustaba algo.
Lo que más me costó de venirme a vivir a Mérida fue separarme de ella, era muy difícil llegar a casa y que no estuviera, o esperarla cuando llegara del trabajo… Me hacían falta sus fríos pies al acostarnos para darle calor… En muchas oportunidades nos visitaba y mi hermano y yo viajábamos con frecuencia a Caracas…
Para ese entonces aún no teníamos teléfono en el nuevo apartamento y comunicarnos era muy difícil de manera que siempre nos escribíamos cartas, muchas de ellas aún las conservo.
La última vez que ella viajó a Mérida tuvo que regresarse antes de tiempo pues a una de mis tías debían operarla de emergencia. Recuerdo que todo fue muy rápido y casi no nos despedimos porque regresaría pronto, esas fueron sus palabras…
Mi mamá viajó a Caracas para el bautizo de un primo y durante ese viaje a mi abuela le hicieron un examen del corazón, según el doctor todo estaba bien y la envió a casa… Al llegar quiso recostarse un poco a descansar y al rato la encontraron muerta, su corazón no aguantó el examen que le habían hecho y el doctor no se dio cuenta que había algo mal. Le dio un infarto.
En ese mismo momento yo me encontraba en el colegio, en un juego de kickingball y para el momento en el que moría me toco darle al balón… no olvidaré la fuerza que me salió en el último momento y envié la pelota lejísimo, de hecho todas las bases estaban llenas y ganamos el juego… Simplemente sentí su muerte y no me di cuenta de eso sino mucho tiempo después.
Ese día mi papá nos dijo a mis hermanos y a mí que viajaríamos a Caracas a ver a la abuela… Nos fuimos en avión a primera hora de la mañana y llegamos a casa de mi abuela paterna. Recuerdo que nos sentamos en una salita y mi mamá nos dijo que el día anterior Papá Dios había decidido llevarse a la abuela… Nunca olvidaré mi desespero, no podía parar de llorar, veía a mis hermanos llorar desconsoladamente y mi papá, mi papá tampoco podía parar de llorar, esa ha sido la única vez que he visto llorar a mi papá…
A mi hermano menor y a mi no nos dejaron ir al funeral, decían que éramos muy pequeños para eso y que era mejor recordarla como era en vida… Nunca podré aceptar el hecho de que no me dejaran despedirme de ella, no me pude despedir la última vez que la vi y tampoco cuando murió.
Al día siguiente del entierro fuimos al cementerio, su tumba estaba repleta de flores, mi mamá nos dijo que viéramos esas flores y nos diéramos cuenta que tan amada había sido nuestra abuela. Mi hermano menor sólo miraba al cielo y decía “yo no la veo”, pues siempre nos repetían que se había ido al cielo, y mi primito, que tendría como 7 años, lo único que hizo fue colocar unas monedas sobre su tumba en un acto de completa consideración al pensar que le haría falta dinero donde fuera que ella estuviera.
Yo le hablé con el pensamiento, le dije cuanto la iba a extrañar y que lamentaba no haberme podido despedir de ella, que la amaba y nunca la iba a olvidar, mientras acariciaba la tierra que se encontraba sobre su tumba… Momentos después nos encontrábamos en la oficina donde se escogen las lápidas y las inscripciones escogiendo la lápida y la imagen que se colocaría, en este caso la imagen de la Virgen del Carmen puesto que ese era su primer nombre, aunque se le conociera por el segundo. Cuando el señor preguntó si se colocaría alguna inscripción, mi mamá y mi tía dijeron que no, sólo su nombre y las fechas… Yo, que me encontraba viendo las imágenes de espaldas al señor, sin voltear dije “Siempre estarás en nosotros” y volteándome le dije (con el dedito índice parado y todo) Siempre estarás EN nosotros señor, no CON nosotros… Él con su cara impávida vio a mi mamá y a mi tía, ambas con lágrimas en sus ojos le dijeron que sí, que colocaran eso… Y así fue…
Nunca podré describir lo mucho que llenaba mi vida y el vacío que dejó cuando se fue. Sólo lamento no haberla tenido un poco más, disfrutarla un poco más. Me hubiese encantado que estuviese el día de mi primera comunión, tanto que hablamos de ese día, ella que me enseñó a rezar, a ir a misa todos los domingos, ya hoy mis creencias son otras pero para ese entonces ese fue un vínculo que unió muchísimo. Me hubiese encantado que conociera mis hijos y los viera crecer.
Compartíamos tantas cosas que nadie nunca entenderá y que nunca compartiré con nadie más…
Sé que donde estás eres feliz y estarás esperándome. Te Amo Gua Gua.

“Siempre estarás en nosotros”
Dani
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